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La Milla de Oro

Como si un reloj de bolsillo se hubiera detenido, la quietud y el silencio que se respira en la Milla de Oro de la capital vasca es hacer un viaje a la Belle Époque. Casi un centenar de plátanos centenarios e imponentes castaños de indias se abren paso entre espectaculares palacetes y mansiones que son el legado de las familias pudientes y la clase emprendedora de aquella Vitoria de finales del XIX y principios del XX. 

Alejarse del centro y adentrarse por la alameda que encadenan los Paseos de la Senda, Fray Francisco y Cervantes no solo es una ruta que aquieta el alma —y te hace estirar las piernas—, sino una experiencia casi obligada. Se trata de una sucesión de edificios nobles como el Palacio Zulueta, la Casa Zuloaga o la Casa de las Jaquecas, un edificio cuyo llamativo nombre se desvela contemplando su fachada. 

Destacan el Palacio de Ajuria-Enea, la residencia oficial del Lehendakari; la ecléctica Villa Sofía, con su inconfundible fachada refinada de detalles moriscos e indios; y el Palacio de Augustín Zulueta, que hoy alberga el Museo de Bellas Artes de Álava y es escenario habitual para las fotos de rigor entre los vitorianos recién casados. Por esta zona correteó de niño Felix Rodríguez de la Fuente, quien estudió durante cinco años en el Colegio Corazonistas, y a quien le gustaba trastear en el río Batán. 

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